jueves, 6 de enero de 2011
EL SUEÑO DE LA RUEDA DE BERNARDA
LA BERNARDA
En una iglesia de Artefa (Granada), tras el falso muro que el cura mandó construir, quedó el coño incorrupto de la Bernarda, introducido en un relicario de oro con brillantes. Junto a la urna se guardó también la crónica que el mismo cura escribió para memoria perdurable de "... las cosas verdaderas que acontescieron en Las Alpuxarras en lo q se refiere á una piadosa mujer llamada la Bernarda, y al coño de ella, q fizo grandes milagros para la gloria eterna de Dios nuestro Señor.."
El cura compensaba de este modo la obediencia debida al Arzobispo, que denegó la santidad pedida para la Bernarda y prohibió la exhibición de su relicario en el altar mayor so pena de castigo inquisitorial. La mujer, adivina y curandera, no había sido cristiana vieja, y tanto curaba con el Corán como con las Sagradas Escrituras en aquella Granada del S.XVI. Lo cual no fue óbstáculo para que su tumba ya olvidada fuera lugar de culto y peregrinación multitudinarios.
Ya era reconocida por sus oficios antes de que San Isidro Labrador se le apareciera en un sueño para acariciarle la raja y decirle "que Dios te la conserve, Bernarda, porque será fuente de vida y de fertilidad", además de anunciarle buenas cosechas para la primavera. Siete vacas flacas que aparecían en aquel sueño se pusieron a engordar y dos meses más tarde de aquello hubo tanto trigo que no se podía conservar.
Y añade la crónica, tal vez apócrifa, que "los destripaterrones venían junto a ella de noche y de día, y cuanto más le tocaban el mantillo, más cosechas cosechaban, y las mujeres machorras engendraban y daban a luz sietemesinos como soles, y las gallinas empollaban huevos de hasta siete yemas, y las cerdas parían tantos cochinillos que fue preciso ordenar siete matanzas año, pero luego no había sitio para colgar los embutidos y tenían que ponerlos a orear hasta en los dormitorios, y fue por entonces que el duque de Artefa empezó a atar a los perros con longaniza"... de donde viene el dicho.
Cuando se dice de algo que está "en el coño de la Bernarda", o que para conseguirlo hay que irse allí, se le sitúa en el lugar más lejano e indeterminado que imaginarse pueda, a donde no merecen la pena el viaje ni la búsqueda, sin ninguna garantía de éxito; o que incluso dando con ello, el hallazgo no compenaría del tiempo ni de las penalidades del viaje. Bernarda queda así, en la imaginación y el lenguaje, como el punto cualquiera que pueden apetecer sólo los soñadores (no en vano su prodigio empezó en un sueño) y los seres poco prácticos que se arriesgan a no volver: los argonautas y los descubridores, los pioneros y los huidos, el punto donde tal vez se encuentren, en una dimensión desconocida, los Argonautas, Marco Polo, Simbad, alpinistas seducidos por la montaña, buscadores de oro o de quimeras imantados y engullidos en ese solo espacio del nunca jamás, el fatídico Triángulo de la Bernarda.
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