lunes, 3 de enero de 2011

"En mi opinión, la enseñanza del arte es una parte importante de la producción de arte. En muchos sentidos es el "tableau" donde la sociedad, en términos prácticos, hace visibles los límites de su concepción del arte en un intento de regenarar las formas institucionales que representan su auto-concepción. Cuando nuestra visión del arte es limitada, también lo es nuestra visión de la sociedad. Si las preguntas no se hacen en las escuelas de arte, lejos del conservador candelero del mercado del arte, ¿dónde pues? El profesor de arte, como profesor y como artista, no puede hacer más que participar con los estudiantes en hacer preguntas. El profesor no es el representante de la institución, sino un artista entre otros compartiendo una conversación. Lo que se dice tiene su propio peso. Si un profesor es bueno aprende tanto como los estudiantes. Las "respuestas", si las hay, surgen de todos los participantes en la conversación dentro del contexto de sus propias vidas, y sus efectos prácticos ocurren sólo dentro de ese gran proceso conversacional que es el discurso compartido de una comunidad" (Joseph Kosuth: "Teaching to learn" en "Art after Philosophy and After"). He dado clase, en bastantes ocasiones aunque siempre en procesos cortos, en escuelas de arte y, en términos generales, en España no he visto otra cosa que academicismo y adocenamiento. Los profesores ni son artistas ni pueden hacer ningún tipo de "pregunta". Tienen respuestas penosa, recetas, soluciones patateras que obligan a los alumnos a aprender para aprobar. En una ocasión pasamos por la sección de modelado de la Complutense y Gary Hill me dijo si aquello era una "instalación". No le quise decir que aquello era una porquería académica porque nos habríamos arrojado demasiada mierda en la cabeza. Los pocos que saben algo y no son totalmente necios en las escuelas de arte han terminado por mimetizarse con el contexto. Algunos van, cobran y ciao. Otros pegan rollos infinitos y plumbeos para demostrar que han leido cosas. No faltan los que pretenden pasar por "modernetes" y ahí la cosa ya es delirante y jodidamente patética. A veces se convierte eso de las "preguntas" en pura y dura terapia de grupo. No faltan los artistas y mentores de los mismos que quieren, a toda costa, que el profesor invitado vea y sancione las chorradas que han perpetrado. La mayor parte de los sub-productos que se generan en esas escuelas son vomitivos. No hay por donde agarrar tanta torpeza, mezquindad y desidia pre-intelectual. De verdad, la experiencia en esas escuelas, confesada por algunos supervivientes, es penosa: no es tanto una tortura cuanto un pudridero. Tampoco puede dejar de lado a los tipos honestos, abismales y frenéticos que intentan hacer algo. Ellos podrían contar sus naufragios y desastres varios, también cartografiar lo conseguido. No exagero, la docencia de la que habla Kosuth es una especie rara, algo extraño, puede que utópico. Ojalá no fuera así.

1 comentario:

  1. Buenas,
    No puedo estar más de acuerdo con lo que comenta. Llevo demasiados años en la carrera de Historia del Arte, entre medias he pasado por Bellas Artes, he realizado una Séneca y una Erasmus, ayende de mi trabajo como librera donde he vivido las tendencias de los compradores -porque gran parte de los compradores siguen modas en sus lecturas, pose de cultos...
    A lo que voy, por lo menos tengo perspectiva para decirle que los estudios en sí me parecen inefectivos intelectualmente, no se enseña a pensar, simplemente a rellenar un currículo determinado acorde con lo políticamente correcto de la institución y acomodaticio para los profesores. Es una lástima que la auto-concepción parta de unos estudios así, pobres y que, a mi entender, construyen un castillo del conocimiento en el aire ya que no se fundamenta en unos conocimientos sólidos y una capacidad de autocrítica.
    Está claro que si donde debe germinar el autoconcepto de la sociedad se basa en unos estudios ineficientes, ¿qué se puede esperar de otros sectores que beben de esta producción? Sobrediscursos especuladores -¿qué es lo que ha hecho que lleguemos al mileurismo y la gente feliz lo acepte?-, recreaciones libres de la historia, del arte, sin cotejar y una cierta élite intelectual mediocre sin capacidad crítica y menos de enseñar.

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