Todos los sobresaltos y todos los golpes bajos en Milli Vanelli fue una crisis plagada de intereses más o menos confesables del productor Frank Farian: estábamos ante la versión radicalizada de su anterior proyecto, Boney M. El éxito de este grupo inexistente lo obligó a inventar una formación donde la imagen y el carisma del intergrante masculino, que simplemente tenía que fingir que cantaba, terminó protagonizando el proyecto(1). Esta fórmula de apropiarse de buenas voces de cantantes poco atractivos no era un recurso encubierto en la maquinaria del entretenimiento. Había sido usual en el cine para efectos de marketing. Los cotilleos y listas negras del playback me llevan a pensar en Malevitch datando sus pinturas de manera errónea, desconcertando a los especialistas que ofrecen explicaciones desde las más oportunistas hasta las de muda protesta(2), dejando entrever una lectura fenomenológica sobre el chaqueteo del arte y la política. Algo que, acá, hace nata.
domingo, 30 de enero de 2011
ARTE LIGHTCO PARTE 2
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