lunes, 3 de enero de 2011
TETE MONTOLIU, orfeo negro
... Alrededor, los cabellos negros estaban esparcidos, y la cabeza entera en el polvo yacía, antes encantadora; ahora Zeus a sus enemigos había permitido envilecerla en su tierra natal. Dijo; al otro desfallecen las rodillas y el corazón;
abandona la lanza y cae sentado, las manos tendidas,
las dos manos. Aquiles desenvaina su aguda espada,
hiere en la clavícula, a lo largo del cuello; y toda entera
hunde la espada de doble filo. Él cara al suelo
yace extendido, y la negra sangre se escapa humedeciendo la tierra.
(Simone Weil, La Ilíada, o El poema de la fuerza)
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