Una lúcida columna de David Trueba nos recuerda que hace cincuenta años murió Albert Camus. Supongo que, como casi todo, será cuestión de modas. El caso es que de Albert Camus no se habla demasiado. Ni siquiera ¾o sobre todo¾ en la universidad. En esto, por cierto, comparte destino con Sartre. Bueno, a Sartre se le menciona algo más; para criticarle, claro está (que para eso era de izquierdas y, a lo que parece, bastante calavera). Ahora, por lo visto, hemos de estar a otros acentos e ínfulas; a fabricantes de inofensivos lemas pop o a devotos del escolasticismo más rancio. Pero volvamos a Camus. Se podrían decir muchas cosas de Camus. Seguramente las más interesantes se hayan dicho ya. Pero me gustaría insistir en el hecho de que era un tipo elegante que escribía muy bien. Llámenme superficial, pero estos asuntos me importan. Cuatro títulos ¾tiene más, claro¾: «El mito de Sísifo» (1942), «El extranjero» (1942), «La peste» (1947), «El hombre rebelde» (1951).
Muchas de las virtudes que cíclicamente se evocan y conjugan en esta bizarra compaña las encarnó aquel francés de Argelia. A su salud.
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