martes, 26 de enero de 2010
La mirada del que estaba en el cuarto del Psicobúnker.
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La genealogía del presente
Libros Por Fernando R. Lafuente. PsicobúnkerFernando Castro Flórez, Paco Cao y Domingo Sánchez Blanco
RSSComparte 23 de enero de 2010 - número: 933 Vota: 12345 Resultado: Tamaño del texto
«No es fácil llegar a ser contemporáneos de nuestro presente», recuerda con cierta melancolía Paolo Fabri. Nadie habita ni vive en un mismo presente. Y, sin embargo, el presente es lo único real. Ni el futuro ni el pasado existen, son o bien una quimera o bien una ensoñación enturbiada por la niebla del tiempo. Si el futuro es progreso, entonces la apología del futuro es la apología de la muerte. Y el progreso, el lado o el vértigo más acelerado hacia la muerte. Cuanto más progresa la vida de alguien, más se acerca a la muerte.
La muerte sería el fin hacia el que viaja el progreso, el lugar del futuro, hasta que se hace fatal realidad; es decir, presente. Si el porvenir es la muerte, ese porvenir innegociable que cada uno posee, un porvenir intransferible, ineludible, fijo; la vida es el único presente. O mejor, el presente es la vida. Por cierto, si la vida no es eterna, la vida física -la única que uno conoce, de los fantasmas hablamos otro día-, ¿lo es la muerte?
Hay un velado papanatismo en torno al futuro. Todos los que creen en el futuro, no sospechan, parece, que es el futuro el único que te asegura un fin: la muerte. El presente, no. Siempre está a la espera. Salvo que, con Duchamp, uno recuerde que, al final, «los que se mueren son, siempre, los otros». Pero quien apela al futuro es alguien a quien le descontrola el presente y, peor, aborrece el pasado, o lo ignora, aún cuando sea, ese pasado, el propio. Sí, Fabri ha marcado el territorio. No es nada fácil ser contemporáneos de nuestro presente.
Con delicadeza y desparpajo. Psicobúnker, sin duda una rara excepción en su brevedad y enjundia, lo es. Plenamente contemporáneo. Es la descripción de una sociedad desquiciada y, sin embargo, habitable. Lo contemporáneo de Castro et al (si es que ese concepto de «lo contemporáneo» fuera unívoco, que no) es cómo se hilan, con delicadeza y desparpajo, las metáforas, las cosas de esta primera década del siglo XXI. El libro es una rareza excepcional. De una pulcritud intelectual que supera, con creces, los alambicados ejercicios académicos. La cuestión no es la realidad (algo inasible, como el presente), múltiple, compleja, ambigua; la cuestión es la sensación de realidad. Una sensación contemporánea de la banalidad que obliga de nuevo a asaltar los cielos o meterse en el búnker.
Pero éste es un búnker que no te protege de la violencia de ahí fuera, sino que te obliga a sufrir la violencia de dentro. Realidad: en Francia se pagará a los niños por ir a clase; se vende agua del grifo embotellada; Paco López sobre Paco Porras en ¿Dónde estás, corazón?: «Lo siento. Llegué a casarme con él, pero era el único famoso que conocía». Un responsable -por decir algo- del programa de televisión Alcalá Club (?) le dice a Castro que haga el comentario de tres exposiciones en tres minutos, por lo que le queda claro a Castro que no tienen ni idea de lo que hacen, ni, por supuesto, puta la gracia que les hace el arte; un pianista sordo en un hotel de Curitiba, que nunca será Sam en Casablanca, arranca con A mi manera. Un hombre ciego lleva a su hijo, un bebé, en brazos por el subterráneo de Embajadores, en Madrid.
La ecuación perfecta. Sí, ésta es la sociedad del psicobúnker: «Prohibido el paso a persona ajena». Todos somos extraños para los otros. La ecuación perfecta. Solo un paso más: extraños de sí mismos. Pocos libros muestran como éste, sin filtros ni apoplejías ideológicas, el perfil de un tiempo sombrío, y no se lo toma tan mal. Ni apocalípticos ni integrados: la nada, lo banal. El éxito es la retórica rabiosamente contemporánea; la exhibición, su baluarte. «Viejunos» que contemplan melancólicos el deterioro y «galácticos» que se extasían frente a la pantalla. Psicobúnker es el descubrimiento de un nuevo género ensayístico, sin trabas ni fronteras: la resistencia (Clement Rosset), la biopolítica (Giorgio Agamben), el silencio (Dino Buzzati), la simulación (Jean Baudrillard), los símbolos (Peter Sloterdijk).
La estrategia es clara: prohibirlo todo. Menos el futuro. Lo que no existe.
(Espacio de Arte Contemporáneo. El Gallo. Salamanca, 2009. 87 páginas, 10,40 euros)
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