jueves, 7 de enero de 2010

Nick Cave



De tanto oír hablar de Nick Cave en el foro bizarro al final vamos a pensar que es un tipo que vive a caballo entre Salamanca y Asturias. Y el caso es que no. Nació en Australia en el ’57 pero podía haberlo hecho en Transilvania o en alguna cabaña del amado Sur de Faulkner. Como cantante es un cruce entre un crooner, Elvis y un licántropo o vampiro. Si uno le mira fijamente dos sensaciones se apoderan del ánimo de manera indefectible:

  1. este tío es peligroso
  2. además, oculta algo

Nick Cave sin duda impresiona. Su música también. Un tronco de rock, blues y soul se abre paso a través de una atmósfera oscurecida por la rapsodia melancólica de un predicador. No repasaré de manera exhaustiva su discografía junto a los «Bad Seeds» («Las malas semillas», unos músicos de lujo, por cierto). Me limitaré a señalar cuatro discos.



En 1986 empieza lo bueno. El disco se llama «Your funeral, my trial» («Tu funeral, mi prueba»), un título de claras reminiscencias blues (valga, por ejemplo, la versión de Sonny Boy Williamson). Cójase un coche ―cuanto más grande, mejor―, póngase un pico, una pala y un cuchillo en el maletero. Y una manta, que en el desierto por la noche hace frío. Conduzca sin rumbo a través del Mojave y detenga el motor para oír a los coyotes. Más o menos ése es el momento ideal para escuchar este disco. Pero en él está «Sad Waters» («Aguas tristes»). Llevo todas las navidades sin poder salir de esa canción. Ahora mismo me parece lo más bonito que jamás se ha escrito (a estas alturas ya saben que soy bastante sentimental e impresionable, pero, más allá de eso, el tema es extraordinario). Dios. Lo dicho: «Sad Waters» (les dejo dos versiones, la de estudio y una en directo).

En 1988 nuestro australiano favorito se saca de la manga otra joya: «Tender Prey» («Presa fácil»). Es un disco más sólido que el anterior. El cuchillo que había en el maletero es especial. Permite hacer cortes en el alma. Hágase uno. Abra con cuidado la guantera del coche, allí encontrará una Biblia. Ya está listo para escuchar esta maravilla. Insisto, es más consistente que «Your funeral, my trial», pero ―ay― no está «Sad Waters». No se puede tener todo. «The Mercy Seat» («El asiento de la misericordia»), «Deanna» o «City of Refuge» («La ciudad del refugio») quizá sean mis favoritas.
Nick Cave es, además, bastante fiable. Es de la clase de artista del que puedes comprar lo último que saque casi a ciegas. Sus discos más recientes son, de hecho, excelentes.


En el año 2004 puso en circulación un álbum doble: «Abattoir blues / The Lyre of Orpheus» («El blues del matadero / La lira de Orfeo»). El primero de ellos más rockero, el segundo más lírico ―claro―. Si alguien me dice que es su mejor disco no tengo demasiados argumentos para rebatirle. Les dejo una versión en vivo del tema que lo abre (la gira en cuestión dio también para un dvd en directo): «Get Ready for Love» («Estad preparados para el amor»).


En 2008 publica «Dig, Lazarus, Dig!!» («¡¡Cava, Lázaro, cava!!») que profundiza ―sin ironía― en la línea marcada por el «Abattoir blues». Es muy buen disco pero, en mi opinión, algo inferior al que le precede.
Bravo por él.

1 comentario:

  1. Los cuatro discos que mencionas son buenos, lo cual no es de extrañar porque después de 25 años de carrera Nick Cave y los Bad Seeds sólo tienen un disco malo ("Nocturama"), pero para mí las dos piezas claves son "The Good Son" (1990, "The Ship Song", "The Weeping Song") y "Let Love In" (1994, "Red Right Hand", "Loverman", "Do You Love Me", "Lay Me Low"). Y para días como ayer, por supuesto, "Fifteen Feet of Pure White Snow" (de "No More Shall We Part", 2001). ¿Has leído sus novelas?

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