No hay Arco sin reyertas. La vigésimonovena edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid casi se volatiliza un mes antes de su apertura pero, tras muchas polémicas entre los responsables de la entidad ferial y las galerías, la bronca se zanjó. Y en estos momentos, todos contentos.
Problemas, los de siempre; protagonistas, también los de siempre, o sea, el Comité Asesor (seis galerías españolas, seis extranjeras y los representantes de Ifema) y las disputas en púbilco y en privado entre quienes están dentro y quienes desearían estarlo. Un asunto turbio y complejo que ha generado muchas injusticias desde las primeras ediciones de Arco, allende los ochenta, con la participación de unas salas en detrimento de otras, y con escandalosos agravios comparativos.
Este año la cosa se torció más de lo habitual porque el Presidente del Comité Ejecutivo de Ifema, Luis Eduardo Cortés, ‘invitó’ al Comité Asesor a a «acatar sus decisiones» y aceptar la entrada de cuatro espacios no avalados por las galerías dominantes. Éstas, que mandan mucho, amenazaron con un retiro en bloque. Al final Ifema replegó velas, acuciada también por el ‘pressing’ político y mediático.
Buena decisión. No sería lógico concebir una feria de galerías sin galerías, como tampoco sería lógica una liga de fútbol sin clubes. La profesionalidad ya es otra cosa. En un evento como Arco, que quiere ser ejemplo de «calidad, internacionalidad y referencia cultural» lo cierto es que hoy, salvo honrosas excepciones, quien no entra en el juego no juega. Y ese ‘juego’ no consiste en vender, presentar buenos ‘stands’ o promocionar artistas propios, sino en compartir intereses con los grandes, intercambiar comisiones y mantener las modas. Con eso, y bastante esfuerzo participativo (viajes, asambleas y fiestas incluidas) es posible seguir en el campo, aún sin goles.
«¿Qué importa conocer la línea recta si no sabemos qué es la rectitud?» (Séneca)
sábado, 16 de enero de 2010
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