lunes, 3 de mayo de 2010

Narratio interruptus cogitati. (1)


En SOS 4.8. oficié de CAMARERO ARTÍSTICO. Del mismo modo que el camarero, que no ha sido él quien ha inventado el Barcadi, yo procuro que las obras de mis artistas se sirvan en un generoso vaso con hielo.

Hubo trabajo suficiente como para que ahora se me marquen las costillas y mi madre se sorprenda del flequillo que llevo. Lo dicho, la decadencia como basura sublimada en heráldica posmoderna, esto es, los trofeos de Cristian Silva, verdadero despojo, no son nada con la casa de gitanos montada en el hotel. Pero por lo menos sobrevivió al demontage que aconteció a altas horas de la noche. Comandados por un tal Ruba, de nombre Ruben, la masa se apalancó a domir en la caravana de Martin Lejarraga. Los que no llegaron a tiempo para mamar de los pezones Samantha estuvieron el día siguiente los primeros en la cola para probar el jamón ibérico que a mi me habían cargado a la habitación 204. Aquellos que se perdieron ambos performances ([s]amantamiento sweeting y jamón ibérico 4.8.) luego resarcieron su ansia tirando papelajos por el aire, rollo reif, dentro del proyect room. Hubo techumbre para muchos y también granizó ¡en Murcia! Gracias a Dios la cachiporra de artista satánico Domingo Sánchez Blanco se quedó en su lugar y sólo el comisario y otro borracho quedaron atados a la silla eléctrica. Desde luego que nos lo pasamos bien. Los de Peñas Güertanas hicieron la jugada del siglo: dieron mala comida, buena atención y se llevaron tickets por un tubo.

Ayer, cuando todo terminó, con una tal Amanda que conocí por casualidad, pasé de nuevo por allí, por las Peñas Güertanas. Amanda, como yo, desbarrió en Fatboy Slim. La primera conversación de hecho tuvimos fue inciada por ella: "Si te golpeo no te lo tomes como algo personal". Ibidem por mi parte. Y la jefa de Peñas Güertanas se invitó a una ronda a todos los desfasaos que estaban allí a las 7 de la mañana. La chica (Amanda) era vegetariana así que no se llevó siquiera un bocata de longaniza.

Los bocatas volaron por encima de la valla de la zona VIP, el alijo de comida y alcohol no fue descubierto. Narra el mito que Pelayo Varela engordó y no se puso el traje a falta de faja. Hubo voluntarias que pusieron la voluntad y otros que pusieron el morrro.

Nos lo pasamos bien y yo me puse cachas. Eso es todo por el momento.

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