Ahí, ahí, Arturo. Efectivamente: ha muerto Dennis Hopper. Participó en innumerables películas, pero siempre me quedaré con su paso por Hoosiers, La ley de la calle (Rumble fish) y El amigo americano.
Lo mejor de aquella delirante y fecunda época en la que Hollywood se reinventó de la mano de unos cuantos tipos que, literalmente, vivían al límite, está en el libro de Peter Biskind: «Moteros tranquilos, toros salvajes» (Anagrama). Háganse un favor y léanlo en cuanto puedan.
El amigo Hopper debía de ser un pieza de cuidado, entresaco unas líneas de lo que cuenta Bárbara Celis:
«Durante la década de los setenta se había acelerado su descenso a los infiernos, llegando a necesitar treinta cervezas diarias y tres gramos de cocaína sólo para funcionar. Ningún cerebro, por muy brillante que sea, resistiría tanta presión y el suyo finalmente explotó mientras viajaba ciego de peyote por una selva mexicana, en la que fue encontrado corriendo desnudo y donde intentó subirse a un avión en marcha. Fue el episodio que le hizo replantearse la vida: en 1983 entró en una clínica de desintoxicación.»
Pura carne de este foro. Diego Manrique también le dedica unas cariñosas líneas en El país.
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