domingo, 30 de mayo de 2010



Ahí, ahí, Arturo. Efectivamente: ha muerto Dennis Hopper. Participó en innumerables películas, pero siempre me quedaré con su paso por Hoosiers, La ley de la calle (Rumble fish) y El amigo americano.

Lo mejor de aquella delirante y fecunda época en la que Hollywood se reinventó de la mano de unos cuantos tipos que, literalmente, vivían al límite, está en el libro de Peter Biskind: «Moteros tranquilos, toros salvajes» (Anagrama). Háganse un favor y léanlo en cuanto puedan.

El amigo Hopper debía de ser un pieza de cuidado, entresaco unas líneas de lo que cuenta Bárbara Celis:

«Durante la década de los setenta se había acelerado su descenso a los infiernos, llegando a necesitar treinta cervezas diarias y tres gramos de cocaína sólo para funcionar. Ningún cerebro, por muy brillante que sea, resistiría tanta presión y el suyo finalmente explotó mientras viajaba ciego de peyote por una selva mexicana, en la que fue encontrado corriendo desnudo y donde intentó subirse a un avión en marcha. Fue el episodio que le hizo replantearse la vida: en 1983 entró en una clínica de desintoxicación.»

Pura carne de este foro. Diego Manrique también le dedica unas cariñosas líneas en El país.

La mirada que tiene en Apocalypse now siempre me hizo estremecer de intensidad. En el peligro está lo que salva, ¿no?.


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