jueves, 27 de mayo de 2010
he pasado a ver la exposición titulada "Javier Utray. Recuerdo-Homenaje". Tristísima. Los cuadros colgados con hilo de pescar, algunas pinturas sucias, con la silicona desprendiéndose. La impresión ha sido descorazonadora. Lo cierto es que Utray no era un pintor o, por lo menos, no era eso principalmente. Lo único que se aproxima a la condición del recuerdo o a la del homenaje, por otro lado tan justo y necesario, es la imagen de la tarjeta: Utray sonriendo con sus labios finos y el diente montado, sosteniendo sobre sus gafas una lupa que amplía su ojo derecho. El dedo con la uña rota, impecablemente vestido, con corbata y jersey bajo la chaqueta. Un bolígrafo saliendo de un bolsillo superior. Look de arquitecto. Gesto de complicidad. Cada día que pasa le recuerdo con más admiración. Lástima que nos faltaran unas últimas conversaciones. Lo malo es que ahora este tipo de "homenaje" no hacen otra cosa que generar tristeza y desconcierto. Espero que se puedan hacer cosas más dignas.
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