En un par de microconferencias de la cátedra DSB, se filtró inevitablemente Arthur Cravan. Un conocido por todos aunque, en realidad, no muchos, en las Antillas Andinas. Tal vez lo fue. Vaya uno a saber. Lo interesante fue experimentar cómo el insertar en cualquier momento de cualquier conferencia el cartel de 1916, donde convoca a su legendario combate de box con el peso pesado de la época, hipnotiza. Sí, el público asistente parecía estar en sintonía con eso de las “neuronas espejo”. Vaya manera del pugilista-poeta de doblarle la mano al destino. El tramo de Fabian Avenarius Lloyd alias Arthur Cravan en la arena de Barcelona es una inmejorable chance y uno de los pasajes más emotivos para valorar el poder telepático del arte. Cuando empezamos a hojear los devenires editoriales de “Maintenant”, el espíritu rocanrolero del público entró en un trance aún mayor. Pensé en Domingo y sonreí. Aunque también leía en los rostros hipnotizados del público cómo la disociación entre cuerpo y mente, en la que habitan desde hace rato, empezaba a incomodar. Y a otros, fascinar aún más. Como toda piedra angular en las correrías artísticas, el “tratamiento integral” de Cravan otorga no sólo lo que su catálogo lega. Enarbola esas razones que las vanguardias de cualquier época y lugar siempre imaginaron. Tiburones mediante, of córs.
jueves, 20 de mayo de 2010
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