[Uno de los libros de referencia a la hora de elaborar una teoría del rinoceronte es la recopilación de varios cuentos de Ionescu realizada por Juan Barja para la editorial Abada. "El rinoceronte y otros cuentos" es su título.]
"-Se han vuelto locos. El mundo está enfermo.-Pero nosotros no tenemos fuerza para devolverle la salud"
"El jefe fue el primero en metamorfosearse en rinoceronte," como no podía ser de otro modo. Mientras número de humanos transformados en rinocerontes no supera un cuarto de la población total, los habitantes que todavía no han abnegado de su naturaleza humana tienen tiempo de reflexionar sobre los motivos de esta súbita y masiva transformación, así como de iniciar disputas acerca de la pertenencia o no a algún tipo de subclase rinocerontil por parte de sus compañeros transformados. La falta de tacto y aprecio había sido, según la opinión general, el motivo de un acontecimiento que pasó de extraño a convencional, sedimentado bajo la pátina de la recursividad y el hábito. La gente continuaba su vida a medida que la población total se va convirtiendo paulatinamente en una gran manada omnidestructora. Mientras tanto, los recintos van cerrando a medida que van proliferando los carteles de aviso: "por transformación", rezan. Tan sólo queda la pareja de enamorados -blindados a la fabulosa transformación por los muros de afecto mutuo-. Nuestro protagonista aventura un posible rejuvenecimiento de la Humanidad. Sin embargo, la amada no encuentra comparable el escueto poder del amor con la omniabarcante potencia natural latente en la energía que rodea a los ya no humanos, esos animales fantásticos con sus bramidos y polvaredas que comienzan a asediar el bunker del amor humano. Realizan llamadas y han tomado la radio. En su solipsismo y encapsulamiento absoluto, el amante desearía convertirse a ellos. La amada se ha ido; "yo ya no me parecía ni a nadie ni a nada, salvo a una vieja foto pasada de moda que carecía de toda relación con los vivos. Sentía crecientemente una conciencia dolida, desgraciada. ¡Ay, me sentía un monstruo! Nunca me transformaría en rinceronte: no podía cambiar."
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