Ya van dos de nuestras mejores figuras (primero el rinoceronte y luego Arthur Carvan) que desaparecen ahogados en una travesía marítima. Me viene a la mente ahora un poema de J.R.Jimenez en el cual las olas espumeantes del mar al atardecer se transforman en lascas de granito. Pocas veces he visto tan bien reflejada esa dureza de las olas. Tan solo he tenido en una ocasión la experiencia de verme totalmente rodeado por el mar y el cielo y fue en una ocasión parecida a la de nuestro poeta. El barco al que ibamos a subirnos encalló en la isla de Tera y se fue a pique justo el día antes de que lo hicieramos. Estabamos toda la familia en Atenas y la compañía de viajes nos ofreció un crucero alternativo hasta Estambul, ida y vuelta, con alguno de los naufragos (gafes incluidos) a bordo. Atestiguo desde entonces la dureza del sol reflejado y el golpe de viento en todas direcciones.
Regresando a nuestros ilustres ahogados, ambos me recuerdan irremediablemente a Ofelia, encontrada sobre las aguas, ya enloquecida. De ella, una vez entrada por el estrecho pasadizo de la locura (quien quiera imaginarselo tiene pasillos de hospitales, aunque personalmente prefiero los oscuros pasos de nivel con olor a orin y ruido a tren que llega a la estación sobre las cabezas), -como digo- de ella diría Laertes: “la tristeza y la aflicción, la pasión y el infierno mismo, ella los convierte en gracia y lindeza.”
Uno de sus cantos:
"Como nieve es la mortaja
toda cubierta de flor:
le enterraron sin mojarle
lágrimas de fiel amor."
¿Cómo no acordarse del vaso de agua (= muerte) hegeliano? Aquí vuelve nuestro dragón filosófico:
"La meta de la Naturaleza es suicidarse (sich selbst zu töten) y, rompiedo de parte a parte su corteza inmediata y sensible, quemarse como el ave Fenix para resurgir de esa exterioridad, rejuvenecida, como espíritu."
La pregunta es: ¿el ave fenix es un suicida?
Regresando a nuestros ilustres ahogados, ambos me recuerdan irremediablemente a Ofelia, encontrada sobre las aguas, ya enloquecida. De ella, una vez entrada por el estrecho pasadizo de la locura (quien quiera imaginarselo tiene pasillos de hospitales, aunque personalmente prefiero los oscuros pasos de nivel con olor a orin y ruido a tren que llega a la estación sobre las cabezas), -como digo- de ella diría Laertes: “la tristeza y la aflicción, la pasión y el infierno mismo, ella los convierte en gracia y lindeza.”
Uno de sus cantos:
"Como nieve es la mortaja
toda cubierta de flor:
le enterraron sin mojarle
lágrimas de fiel amor."
¿Cómo no acordarse del vaso de agua (= muerte) hegeliano? Aquí vuelve nuestro dragón filosófico:
"La meta de la Naturaleza es suicidarse (sich selbst zu töten) y, rompiedo de parte a parte su corteza inmediata y sensible, quemarse como el ave Fenix para resurgir de esa exterioridad, rejuvenecida, como espíritu."
La pregunta es: ¿el ave fenix es un suicida?
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