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Lo que salvaba a Lefebvre es que se movía siempre entre varios frentes y entre varias mujeres. Por eso ni el surrealismo ni el comunismo ni la política ni el sexo acabarían con él. Hombre de acción, o de pensamiento en acción, añora siempre el sabor y el olor de la vida, que él formula como “calidez”, y eso es lo que le humaniza y nos lo hace cercano y emocionante. Siempre, en la lectura, filósofo nuevo, no “nuevo filósofo”. Ni en España hay 150 como él.
de Francisco Umbral: "Lefebrvre. El marxismo alegre". Publicado en El Mundo (6/3/99)
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