domingo, 17 de abril de 2011

El angel de la ventana occidental, aquella ventana gris tras la puerta verde, supertramp y su jaula envenenada



La sombra del buho chico se adentra sobre el lomo de perro de la valla de piedra de villamayor, de arenisca vieja, de derribo y oxidada, muchas como cornisas con las que el espanhol casi se esloma, un quintal en tractor y a mano, sobre estas lineas un homenaje a todos nuestros animales, nobles en todos los sentidos Luna, Fan, Klaus, Gomez, Fetido, Laika, Poe, Lopez, Bull, Sacha, Julia, Red, Julio, Gea, misu, tigre, el canario, el lagarto y el galapago, hablarlo en clave, que se movio desde la charca a casa de la abuela y permanece intermitente en castellanos. masterpieces que a traves de Alemania, que acogió con gratitud estas páginas, se permitían olvidar el presente.

Se hizo del Golem una figura que aparece cada treinta y tres años en la inaccesible ventana de un cuarto circular que no tiene puertas, en el ghetto de Praga.

Esa figura es a la vez el otro yo del narrador y un símbolo incorpóreo de las generaciones de la secular judería. Todo en este libro es extraño, hasta los monosílabos del índice: Prag, Punsch, Nacht, Spuk, Licht. Como en el caso de Lewis Carroll, la ficción está hecha de sueños que encierran otros sueños. Hacia esa fecha, Meyrink había dejado la fe cristiana por la doctrina del Buddha.

Antes de ser un buen terrorista de la literatura fantástica, Meyrink fue un buen poeta satírico. Su Cornupio del burgués alemán data de 1904. En 1916, Meyrink publicó El rostro verde, cuyo protagonista es el Judío Errante, que en alemán se llama el Judío Eterno; en 1917 La noche de Walpurgis; en 1920 una novela que hermosamente se titula El angel de la ventana occidental. La acción transcurre en Inglaterra, los personajes son alquimistas. Gustav Meyrink, cuyo prosaico nombre era Meyer, nació en Viena en 1868 y murió en Starnberg, Baviera, en 1932.

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