domingo, 6 de junio de 2010

DESPUES DEL PROCESO DE BOLOÑA (JETLAG)

Las Artes llegaron al sector de las Antillas Andinas donde resido, en un primer intento, por irradiación cosmética de la tripleta Mateo Pérez de Alesio, Bernardo Bitti y Angelino Medoro. No pasó nada. El segundo intento, fue el de Karl Haymhausen, tan corto como la paciencia de Carlos III con los jesuitas. La tercera vino con todo: contrato de artistas viajeros, espíritu republicano incluído, pero igual fracasó. Por último, un neoclásico napolitano venido a romántico luego de pasar por la sección carioca de las Antillas Andinas fundó la esquiva Academia. Esta rebuscada historia me dejó más que inquieto y decidí pasar algunas temporadas investigando en las antiguas colonias lusitanas y urgar, a pesar de todo, en la lejana y napolitana Posillipo. El asunto es que terminé a la vuelta de la Fontana di Trevi, observando zombies en el Palazzo Carpegna. Debo confesar, que tanto muerto viviente en l'Accademia di San Luca gatilló un nostágico flashback con los putos zombies antillano-andinos en los protagónicos. No sé si logré encontrar respuesta al por qué las Artes siguen siendo esquivas por acá. Sin embargo, durante el eterno vuelo de retorno, recordé más que nunca, la advertencia que la "cacademia" no tiene límites. No fue, tal vez, una (para)performance(íntima) a lo Castro-Flórez pero [ aquí el posteo remata con un Fade Out, seguido del cónfer de rigor ]

Cfr. The Zombie Survival Guide: Complete Protection from the Living Dead (Max Brooks, 2003)

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