"Por eso los subrayados son terroríficamente delatores, por eso deberíamos cuidarnos más de eliminar los libros que leímos (o los subrayados que dejamos en ellos) que los libros tempranos y torpes, que los escritos íntimos, que los borradores, que las cartas de amor. Los subrayados son mucho más peligrosos. Son el verdadero autorretrato, puesto que suponen una escritura sin el vértigo de la autoría, una emanación libidinal en estado puro, una confesión por escrito sin revisión ni repaso corrector; son una marca psicológica dejada inconscientemente sobre los libros de los demás, en que proyectamos nuestras fantasías de perfección, nuestras pulsiones atávicas, nuestras obsesiones privadas, nuestras ironías. Somos nuestros subrayados. Y en los críticos literarios el mal del párrafo marcado es todavía peor, porque es un tic profesional y delata una tacha moral imborrable. George Steiner, en Pasión intacta, escribe que “el intelectual es, sencillamente, un ser humano que cuando lee un libro tiene un lápiz en la mano”. Ese gesto revela, en sí mismo, nuestra escasa catadura ética: mírennos ahí, sentados, empuñando algo afilado con lo que hendir el talento ajeno, apuñalando líneas al borde del troquelado, esbozando patéticamente un perecedero canon –ralo, escaso, avaro– de lo que creemos que vale en la obra de los demás: ese gesto altanero y repugnante ya lo dice todo de nuestra propia miseria." (Vicente Luis Mora)
Citar es como gozar y salir corriendo, un signo
del hedonismo contemporaneo.
Me gusta tanto:
leer un libro sin tomárselo demasiado en serio,
sin molestarse
en corregir
las palabras del autor
(que pueden en algunas ocasiones malograr el conjunto de la obra).
lunes, 14 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario