El otro dia, cenando en casa del bueno de Jose Manuel Cuesta Abad, de repente saco una caja de pilots Fineliner y nos obsequio a cada uno con uno. Era el pilot de Derrida, nada mas y nada menos. Habia pedido una caja a Francia , no paro hasta encontrarlo, solo los habia verdes. Lo guardo como un tesoro.
Jacques Derrida: No, ya no hay pluma. Ahora tengo un... rotulador. Me estoy fijando y... creo que es igual que el suyo. Ya no puedo escribir más que con este chisme que descubrí hace dos años que se llama Pilot Fineliner. Es el único instrumento que me satisface, es el único con el que no tengo la sensación de perder espontaneidad en el trazo, lo que me permite reconocer y leer mi propia letra, porque confieso que desde niño tengo una letra que a todo el mundo le cuesta leer, y que había llegado a resultarme difícil a mí mismo. Por eso la máquina es una ventaja para mí. Y es que cuando escribo a toda prisa las palabras apenas cobran forma y al cabo de un tiempo me cuesta trabajo entender lo que escribí.
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