lunes, 25 de febrero de 2013

UNA OBRA LLEVA A LA OTRA, DONDE LA CAZADORA APUNTA CON SU CARABINA A LOS HELECHOS FULMINADOS

“Llegué a los Jardines del Robledo entre esqueletos de monte invernal, una tormenta se aproximaba sin dejarse ver entre la niebla y de incógnita tapé mi vientre con una peluca.
Un viaje sola y una estancia ascética con motivos físicos y mentales cultivaron mi cráneo, no es fácil para quien se ha acostumbrado a la compañía del otro pero era necesaria la desconexión llevada a cabo, aunque no saliera de la hura de siempre en la cual como una osa vigilo mi miel, la de la vida es una cruzada de viajes solitarios entre los cuales aparecen personajes imaginarios.
Me persiguió un buitre dando vueltas a mi alrededor, a la altura de mi cintura, me dijo que escarbara en la tierra para encontrar un secreto de oro, una muela gigante con raíces de árbol de cementerio que crecen hacia el cielo, mientras la limpiaba de barro me quemé la mano, después llegaron aquellos humanos de los que hablaba antes, me metieron en un coche y fuimos a un teatro seco con frases de rojo chorizo intenso, entonces volví a convertirme en el personaje que era antes”

Rosa Hernández en un retiro dentro del monte de robles y tundra altiva.



No hay comentarios:

Publicar un comentario