Esta naturaleza límbica es el secreto
del mundo de Walser. Sus criaturas están irreparablemente extraviadas,
pero en una región situada más allá de la perdición y de la salvación,:
su nulidad, de la que están orgullosos, es ante todo neutralidad
respecto a la salvación, la objeción más radical que jamás se levantó
contra la idea misma de la redención. Propiamente insalvable es, desde
luego, la vida en la que no se ve nada que salvar y contra ella
naufraga la poderosa máquina teológica de la "oeconomía" cristiana. De
ahí la curiosa mezcla de pillería y de humildad, de inconsciencia de
toon y de escrupulosa acribia que caracteriza a los personajes de
Walser; de aquí procede su ambigüedad, por la cual toda relación con
ellos parece siempre condenada a terminar en la cama: no se trata ni de
Hybris pagana ni de timidez de las creaturas , sino sencillamente de
una impasibilidad límbica frente a la justicia divina.
Como el condenado liberado en la colonia penal de Kafka, que ha
sobrevivido a la destrucción de la máquina que debía ajusticiarlo,
ellos han dejado atrás el mundo de la culpa y de la justicia: la luz
que se derrama sobre sus frentes es aquella –irreparable- del alba que
sigue al día más nuevo del juicio. Pero la vida que comienza en la
tierra tras el último día es sencillamente la vida humana.
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