aunque la caja idiota está apagada, no paro de desmontar la tele-realidad. resistiéndome a vivir y morir amparado por la moralina de los realities. un susurro que no nace escuchar porque el entorno sabe que su mejor secreto guardado es seguir recomendando el ostentoso y frívolo pregón por el mínimo esfuerzo.
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