lunes, 16 de agosto de 2010

El verbo que la tradición cristiana convirtió en carne se alejaba del énfasis en la voz y el oído propio del judaísmo: "En el sonido y en la forma de conciencia que se llama escucha se produce de hecho una ruptura con el mundo de la visión y el arte, que está completo en sí mismo. El sonido, en su integridad, es un estrépito vibrante, atronador. Así como en la visión la forma casa con el contenido de un modo conciliador, en el sonido la cualidad perceptible sobrepuja, de modo que la forma ya no logra contener al contenido. En el mundo se abre una auténtica grieta, una grieta a través de la que el mundo que existe aquí prolonga una dimensión que no puede conertirse en visión" (Levinas). Esa grieta es una contraseña. (Para pensar la intervención de Doris Salcedo).

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