lunes, 16 de agosto de 2010

Freud imagino en 1900 una especie de máquina célibe fabricante de sueños: va adelante de día, atrás por la noche. Se escribe en una lengua sin tierra y sin cuerpo, como todo el repertorio de un exilio fatal o de un éxodo imposible. La máquina solitaria hace funcionar el Eros del muerto, pero este ritual de duelo (no hay otro) es una comedia en la tumba del (o la) ausente.

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