jueves, 15 de julio de 2010
otra lección edificante: "Durante el reinado del emperador Tiberio, llegaron a Roma dos jóvenes filósofos llamados Praxiteles y Pitias. Pretendían poseer una sabiduría tal que estaban dispuestos a repetir palabra por palabra cualquier cosa que el Emperador pudiese decir mientras ellos se hallaban fuera de la habitación. Tras cumplir su palabra, rehusaron ser remunerados, pidiendo en su lugar que se les conmemorase como filósofos al lado de dos piafantes caballos de marmol, repesentando a los príncipes de este mundo. Su colocación al lado de los caballos, desnudos y con los brazos en alto y las manos abiertas, indicaba su poder de predecir el futuro; significando su desnudez que toda sabiduría del mundo se hallaba expuesta en sus almas". Lo juro: esto es lo mejor de lo mejor. No hay que perder el tiempo, Domingo y Cariceo, necesitamos completar esa iconografía. Lo mejor, Domingo, es que convenzas a los dos filósofos jóvenes del bizarrismo (Heterodoxo y Taun) para que posen de esa marcial manera (en pelotas y con los brazos en alto con las palmas abiertas: atracados por la potencia inenarrable de la verdad) y con un par de mulos, berracos o pitbulls a su vera. Sin ese monumento no somos nada. Además esa idea de poder repetir lo que dice el emperador supera al pulpo Paul que también puede ir en el momumento donde cuadre. Podríamos diseñar un sistema de teléfonos con yogures y cordeles o mostrar que en esta historia había truco. En cualquier caso que el filósofo sea el loro del emperador que está a puerta cerrada meditando es de lo más patético. Me he excitado con esta iconografía posible. Lo siento.
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