Los escritores hablan del dulce olor enfermizo de la muerte, cuando cualquier yonqui puede asegurar que la muerte no tiene olor… y al mismo tiempo un olor que corta la respiración y olerla a través de las circunvoluciones color rosa y los carnales filtros de sangre seca… el olor a muerte es inequívocamente un olor y ausencia total de olor… la ausencia del olor hiere el olfato porque toda vida orgánica tiene olor… se siente la suspensión del olor como los ojos sienten la oscuridad, los oidos el silencio, el sentido del equilibrio y el de la localización, la tensión y la falta de peso…
(William S. Burroughs: El almuerzo desnudo, ed. Anagrama, Madrid, 2010, p. 220)
domingo, 25 de julio de 2010
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