miércoles, 28 de julio de 2010

La tiranía del lumpenproletariado

En líneas generales el lumpenproletariado es una clase sin conciencia de la misma, profundamente conservadora, que confunde sistemáticamente revolución y delincuencia, perfectamente manejable en orden a asegurar la reproducción y el mantenimiento del sistema capitalista en la tensión pseudorevolucionaria de un estatus quo que vive de la transformación-diversificación constante del producto, del mismo modo que del mantenimiento de los modos de producción. En el 18 Brumario de Luis Bonaparte Marx y Engels rastrean el papel conservador asumido por estos parias sociales durante los acontecimientos que llevaron al encumbramiento de Napoleón III. El catalogo de los individuos integrantes es revelador en más de un sentido:

“Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó al lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida por agentes bonapartistas y un general bonapartista a la cabeza de todas. Junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème: con estos elementos, tan afines a él, formó Bonaparte la solera de la Sociedad del 10 de Diciembre.”

La pregunta es: ¿a día de hoy qué escapa a esa definición? Podríamos hablar de una dictadura del lumpenproletariado a través de la cual pervive hoy el capitalismo global, ciertamente apoyado sobre la inconsciencia de clase que caracteriza a esta clase social sin clase. En efecto: el empresario es el hermano del criminal, estética e ideológicamente -como dijera Bertolt Brecht: “¿Qué crimen es robar un banco comparado con el crimen fundar uno?”- desde el momento en que asume la conciencia desclasada del genio romántico, del creador absoluto, del rey más allá del bien y del mal; más allá incluso, aparentemente, del principio de selección a través de la belleza fetichizada por los medios. La dictadura del lumpenproletariado supone la consagración de la inconsciencia de lo social a través de una radicalización de la mitología romántica en el concepto moderno de individuo. Hay, como señala Tocqueville, una clara diferencia entre el egoísmo y el individualismo: “el egoismo –escribe- nace de un instinto ciego; el individualismo procede de un juicio erróneo, más que de un sentimiento depravado.” Mientras que el primero se aproxima a una actitud o a la determinación del carácter personal, el individualismo es un sistema de fría y reflexiva separación entre los sujetos gestionad a nivel estructural, si bien es cierto que tiene como coronación, a nivel subjetivo, la soledad del egoísta. Este fenómeno de una insociable sociabilidad –diríamos con Kant-, se justifica teóricamente sobre la constitución del sujeto como máxima autoridad moral, independiente y autónomo, que ignora o subordina a sus designios la totalidad social, la cual llega en ocasiones, especularmente, a celebrar e incitar la iniciativa privada. Así, es llevado hasta sus últimas consecuencias el fenómeno característico de la democracia según Tocqueville: la ruptura de la cadena de lo social y la separación de los eslabones en compartimentos estancos, mónadas. “Así, la democracia no sólo relega a los antepasados de un hombre al olvido, sino que le vela a sus descendientes y le separa de sus contemporáneos; sin cesar lo concentra sobre si mismo, amenaza encerrarlo completamente en la soledad de su propio corazón.”

La hermanación ideológica entre el triunfador capitalista y el criminal lumpenproletario ha sido a día de hoy ratificada por la estética indie, que, finalmente, hace honor a la realidad de las clases privilegiadas, retratándolas en su decadencia complaciente, fruto de una excesividad consumista que conduce a la ruina del sujeto. Esta estética supone la celebración de una rebelión subvencionada, un genuino radicalismo oficial. Gente como Amy Winehouse o Kate Moss representan el paradigma de un modo de vida pendenciero del sujeto consumista que habita en la dictadura del lumpenproletariado. No hay, aparentemente, frontera que no pueda ser trasgredida, muy particularmente para la última de las citadas: llegó a esnifar cocaina en el cuarto de baño de Nelson Mandela, su última fiesta de cumpleaños duró 34 horas, a hora por año cumplido, etc. En palabras de Cristian Salmon: “Moss no encarna, por lo tanto, una deriva del sistema, sino su ideal-tipo. Es la rebelde integrada. El exceso asumido. No la transgresión de los códigos, sino un nuevo código contradictorio que hace de la transgresión una norma social.”

3 comentarios:

  1. Excelente, lo he incluído en mi blog:

    http://1977voltios.blogspot.com/2010/08/la-tirania-del-lumpenproletariado.html#more

    Felicitaciones por la bizarría, también estás en:

    http://www.planetaki.com/planeta77#start

    Saludos

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  2. Es posible que lo hayas leído, pero por si acaso, te recomiendo "Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo"

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  3. Nota al comentario anterior:
    "Charles Baudelaire. Un lírico en la época del altocapitalismo" es un ensayo de Walter Benjamin donde, partiendo de los escritos de Carlos Marx que tu mencionas, nos presenta a Baudelaire como un lumpenproletario-visionario capaz de sentar las bases de la modernidad.

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