jueves, 22 de julio de 2010

Ahora que Cariceo nos muestra el asesinato violento del juguete, no está de más recordar aquél famoso pasaje de Charles Baudelaire en su breve escrito "La moral del juguete", donde designa como "la primera experiencia metafísica" a aquella destrucción, por parte del infans, de este objeto a la vez cercano pero inhóspito: tenemos la certeza que tras sus pupilas no se esconde nada.

“El niño da vueltas y más vueltas a su juguete, lo araña, lo agita, lo golpea contra las paredes, lo tira al suelo. De vez en cuando hace que recomience sus movimientos mecánicos, a veces en sentido inverso. La vida maravillosa se detiene. El niño, como el pueblo que sitúa las Tullerías, hace un esfuerzo supremo; por último lo entreabre, él es más fuerte. ¿Pero dónde está el alma? Aquí comienzan el estupor y la tristeza” .

El juguete que es así destruido en un torbellino de amor destructor, de deseo de interioridad, se convierte en la carcasa para futuras decepciones. Allí, todavía en la sala de juegos, con el cadaver del del juguete, como no puede estar de otro modo: frío; allí termina la praxis y comienza la teoría sobre la eternidad del alma.

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