martes, 13 de julio de 2010




fue en el último verano de las antillas andinas que conocí a Domingo Sánchez Blanco. ocurrió mientras vagaba por el desierto de atacama, actualizando posteos para una exposición de arte chileno comisariada por Fernando Castro Flórez. es sintomático que en el lugar más árido del planeta descubrí cómo las imágenes de Domingo son las de un gran colisionador que investiga, a su manera, experiencias artísticas desprejuiciadas y revitalizadoras. de inmedianto, me di cuenta de su desenfreno interpretativo con Cagón & Crista, donde hace gala de una endemoniada y sabrosa cadencia poética, contraria al conformismo del arte europeo reciente. como saben, acá mi trabajo de artista va de la mano con lo académico, matizando en las aulas universitarias los quejidos de la tradición con los ruidos experimentales. quería hace años hacer algo con todo esto pero no encontraba la impronta que estuviera a la altura de las circunstancias. me dije, bueno, si otros han llamado a sus cátedras Foucault o Marx, ya encontraré cómo llamar a la mía. hasta que la segunda ley de la termodinámica me hizo tropezar con Domingo. decidí nombrar todas mis actividades docentes bajo su égida. no creo que duden aunque no sé si imaginan el entusiasmo y perplejidad que provoca el Museo-Mausoleo de Morille. O las aventuras con Klossowski. O su ruta arrabalera. O el reciente ménage á trois con el Virrey de Sicilia, mientras todos estábamos orwellianamente embutidos en el mundial.

Cfr. Giordano Bruno (Giuliano Montaldo, 1973)

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