miércoles, 9 de marzo de 2011
TEGO CALDERON Y LAS MANTECADAS
La tentación de morder en aquellas mantecas [las del ama] le venía cada vez con mayor frecuencia, y el ama entendió que algo extraño le entraba al bachiller al verla, y lo tomó por presión del sexto, y se dejó doñear un poco, hasta que un día el bachiller osó acariciarle los desnudos brazos, y con voz temblorosa, baja y como lejana, tal vez eco remoto de la caverna del caníbal primigenio, le dijo:
-¡Te comería de una sentada!
Y el ama vio entonces, como se ve el campo desde una ventana, que no era lujuria el temblor del bachiller, ni la caricia de sus ojos decía deseo, sino que todo aquello era gula, gula pura [...]» ( Fanto, 136-137, el subrayado es nuestro)
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