miércoles, 9 de marzo de 2011
"Para nuestra alegría o nuestra desgracia, las contingencias de la realidad tienen una gran influencia sobre lo que escribimos" (Natalia Ginzburg: "È difficile parlare di sé"). Hoy convoqué tres nombres, al final de todo, como algo que tenía sentido especialmente para mí: José Luis Brea, Sigfrido Martín Begué y Nacho Criado. Los traté a los tres y, sin duda, el que más me ha marcado es Nacho. Resulta difícil decir cuando siento su ausencia. Un título de una de sus obras era: "Ellos no pueden venir esta noche, por falta de tiempo". Conocía el tiempo de Nacho, su peculiar falta de puntualidad, pero también su generosidad en la conversación, el afecto permanente, la inteligencia aguda e implacable. Nunca podré entender cómo pudimos estar algunos años alejados. No tenía sentido porque ni siquiera estábamos enfadados. La última conversación que tuve con él junto a Lidja fue, para mí, un bálsamo. Sus llamadas por teléfono, las charlas infinitas, las ideas fulgurantes, la elegancia impar, son tantas cosas las que se agolpan cuando pienso en él que hoy al pronunciar su nombre he sentido que, como escribiera Barthes en uno de sus últimos textos, "No se consigue nunca hablar de lo que se ama".
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