miércoles, 9 de marzo de 2011
hoy, por la noche, tenía la rarísima tarea de presentar los premios "Descubrir el arte". Es uno de esos "marrones" que me administro sin venir a cuento. Leí, al comienzo, para animarme una pequeña fábula kafkia. Un ratón, encerrado en una trampa, está acechado por detrás por un gato y dice: "¡Ay! El mundo cada día se hace más estrecho". Yo hablaba por la herida: los pantalones se me caen desde hace días. Hoy he estado a punto de hacer un agujero más al cinturón. Los trajes me sobran por todos lados. Parecen de payaso o robados. Un amigo me dijo, casi como un cumplido, ese traje era de un muerto más grande que tú. El cadáver, siento confesarlo, soy yo mismo que veo circular, una y otra vez, canapés, copas de vino, gin-tonics y cacahuetes. Tortura o martirio. Soy como un yonqui que no para de ver cocaina por todas partes. Adelgazar es lo más abyecto que puede pasarle a alguien de tendencia pantagruélica. El cuello se me mueve desde hace dos semanas como si fuera un pavo a la espera del cuchillo redentor. La barriga cuelga sin dignidad y la espalda se encorva. Voy camino de remedar al jorobado de Notre Dame. Manuela no para de apretarme y pedirme que me incorpore. ¿A dónde cojones debería incorporarme? Lo único que podría sacarme de mi repliegue monadológico serían unas judias con chorizo y panceta. En la soledad de la cocina, con una ensalada monacal ante mis ojos me he administrado dos anchoas justo cuando mi mujer ha llegado para, con toda justicia, recriminarme. Manda huevos (duros) ahora resulta que me he convertido en un talibán del régimen. Del Ancien Regime para afrancesar la cosa. El próximo año daré los premios, Dios mediante, en tanga para que el personal aprenda de que va la cosa. Si hay que ir se va pero ir pa na es tontería.
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