miércoles, 23 de marzo de 2011

Domingo, por caridad, ocúpate de ese tipo del coche fantástico. Basta verle con el pulgar para arriba y una máno casi tocándose los huevos para quedar estremecido. Estoy con un dolor de espalda de órdago, delgado como una pasa y en calzoncillos en la planta 19 de un hotel de la Avenida Paulista. Afuera hace un calor tremendo y es otoño. Anoche pedí que me consiguieran un calefactor y me miraron como si fuera un marciano o un retrasado mental. Seguramente al fulano de los vigilantes de la playa le habrían suministrado, junto al calefactor anticuado (marca "Mondial line"), un gin tonic de Bombay Saphire. Avelino, por la gloria de mi madre (valga la jerga de chiquitilandia), arranca a ese Hassenhoff la piel y prepara una capa de las impecables.

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