jueves, 24 de diciembre de 2009


En su entrevista con Roger Reynolds, Cage redefinió la naturaleza de la composición. La composición no era un objeto terminado y estático que debía ser interpretado ante una audiencia de oyentes pasivos, sino más bien una experiencia acústica cambiante, de carácter subjetivo, realizada por cada individuo (interprete y auditorio) en el marco del espacio performativo. En tanto que el acto performativo [performance] no tenía ni inicio ni mitad ni final, ni tampoco ningún orden de eventos discernible, la composición como proceso abría la posibilidad de múltiples recepciones y críticas por parte de la audiencia. Roland Barthes analizó la ruptura realizada por Cage respecto de la tradición señalando la relación entre el papel del performance, la idea de la multiplicidad de significados en la música de Cage y la incesante producción de nuevos significados durante el acto de escuchar. Desde su punto de vista, hay una profunda escisión entre la música clásica, que requiere de los oyentes el descifrar la construcción de la pieza a partir de un código, y lo que él llamó “la nueva música ejemplificada por Cage”, que ofrece al oyente un “resplandor de significados”. Esta heterogeneidad de códigos con significados y referencias mutables afectaba de un modo muy particular al proceso de escucha, que Barthes comparaba a la experiencia de leer un texto moderno: “Exactamente como la lectura de un texto moderno… que no consiste en recibir, en saber o en sentir el texto, sino en escribirlo de nuevo”, este tipo de composiciones requiere de nosotros para interpretarlo, para operar su música, “para atraerlo (hasta donde se presete) hacia una praxis desconocida”.

Con posterioridad, Theodor Adorno, en conversación con la bailarina Yvone Rainer, remarcó el caracter apolítico de la música cagiana. Para Cage, la música es un mero contexto en la forma del espacio performativo, donde acontece la escucha del sonido en cuanto tal. La afluencia del sonido como expresión de lo indeterminado y del azar propia de la vida tiene como objetivo “despertarnos en la excelente vida que vivimos”. El francfurtiano señala con fiereza el carácter naif de esta visión a-crítica de la realidad que, permitiendo la irrupción en el espacio musical de lo real en si, sin filtro interpretativo o intencional (ideológico en definitiva) previo, ignora, o más bien niega, las posibilidades del arte com instrumento de transformación político-social. Para Adorno es fundamental postular cierto ámbito de libertad para el músico respecto del entorno sonoro, una cierta independencia creativa que no le arroje a la inmanencia asignificativa de los sonidos en tanto sonidos, sino que le permite tomar cierta distancia y control sobre el producto.

[Más sobre Cage en: http://www.ubu.com/sound/cage.html]

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