viernes, 25 de diciembre de 2009


Bravo, querido TAUN, bravo.

La cuestión, como siempre, pasa por definir previamente qué entendemos por arte. En el oportuno fragmento de Aristóteles que menciona se habla de arte, claro, pero en un sentido mucho más próximo al que usamos cuando en castellano hablamos, por ejemplo, del «arte de la cetrería»; es decir de la pericia en el desempeño de determinado procedimiento.

La palabra empleada en el texto griego para hablar de «arte» es, de hecho, téchnē, algo que nos suena mucho más a «técnica» (con su carga de destreza y habilidad) que a todas las connotaciones (dignidad, grandeza, gravedad) todavía hoy asociadas al término «arte».

De hecho, esa definición de «arte» (recordemos: téchnē) que aparece en el fragmento que usted menciona: «el modo de ser productivo acompañado de la razón verdadera» (eÀcij meta\ lo/gou a)lhqou=j poihtikh) podría ser traducida de un modo más castizo ―y quizá también más exacto― diciendo que «arte consiste en hacer algo sabiendo lo que se está haciendo» (podríamos habernos puesto solemnes y haber dicho, en cambio: «arte es el modo de ser poético acorde al decir verdadero», pero creo que sería falsear la cuestión).

En mi opinión, si atendemos al contexto al que pertenece la Ética a Nicómaco (uno de los grandes libros de Aristóteles, es decir: una de las lecturas ineludibles para cualquiera que se interese por la filosofía) la noción de «arte» se refiere a la maestría en el desempeño de una tarea (y en el caso del fragmento concreto que usted menciona, a la fabricación de algo) lo cual está más próximo a la noción de «artesanía» que a la de «arte».

¿Es ése (el que alude a la pericia en quien fabrica algo, el que se refiere a quien hace las cosas bien sabiendo por qué y cómo es que las hace bien) nuestro concepto de arte? Creo que no. Nuestra idea de arte sigue de algún modo presa de la noción de «Bellas Artes», de la idea de genio romántico y de cierta mala lectura de la llamada «doctrina del desinterés kantiana» (la Crítica del Juicio, otra cita a la que no se puede faltar). Y aquí llegamos al asunto de la mercancía. En las Vanguardias la noción de arte se construye explícitamente contra la noción de mercancía. El arte era, ante todo, un gesto de combate, un ejercicio de oposición a lo que significaba la sociedad de masas. Aún hoy el arte parece definirse únicamente «a la contra»: arte es lo que no es el diseño, ni la publicidad, ni el producto industrial… Me parece una salida sin demasiado fuste, lo cual no quiere decir que yo cuente con una mejor solución. De hecho, no hago sino embarrancar una y otra vez en determinadas cuestiones.

¿Hay algo hoy que escape a la noción de mercancía? O peor aún, ¿y si el arte necesitase la noción de mercancía para oponerse a ella, para, sólo así, tener una razón de ser, cobrar substancia? Quizá hoy el arte no se diferencie ni formal ni materialmente de aquello contra lo que se dibuja. Si ello fuere así, habríamos de buscar lo que le resulta propio en otro lugar, ¿en su función, quizás?, ¿cuál ha de ser ésta?, ¿quién la sanciona?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario