miércoles, 30 de diciembre de 2009
"Desfasados, exiliados de sus verdes paraísos, nuestros melancólicos acaso no son capaces de saludar a la belleza de las antenas, de los letreros luminosos y de los pilares, de los indicadores de las autopistas y de los paneles publicitarios, de los suburbs hasta donde alcanza la vista, neón y hormigón intercambiables. Cada uno es coetáneo de su ekumene, y de su tiempo. Tal vez nosotros contemplamos lo visutal de hoy con los ojos del arte de ayer. Tal vez nuestro actual extrañamiento, desencatamiento, "desartistamiento" es el reverso del nacimiento, todavía oculto por incoercibles sobreimposiciones retinianas, de otra naturaleza (high tech), de otro espacio (el de los medios de transmisión, no el de los territorios, mensurable en unidad de tiempo y no de superficie), en una palabra, de un Nuevo Mundo. Nueva York o Tokio, iluminados de noche, exigen una mirada, un ritmo de visión distinto del que reclaman las colinas toscanas en la puesta del sol. A cada ecosfera sus glorias. Tal vez, demasiado acostumbrados a nuestro Rafael y nuestro Miguel Ángel, no somos capaces de admirar debidamente a nuestro Bruegel y a nuestro Durero. Quiero decir los Win Wenders y los Godard que filman, en los límites del desierto, lo modular, lo fragmentario y lo interurbano, esto es, el último estado técnico de la naturaleza en el norte de nuestro planeta" (Regis Debray).
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