sábado, 18 de septiembre de 2010

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No soy muy parrillero pero este dieciocho realicé algunas concesiones. En pleno asado y bajo las condiciones etílicas de rigor, empezamos a narrar storias de artistas que viven a concho la letra chica del contrato del arte. Cerca o pasada la hora cero, ya no lo recuerdo mucho, los énfasis parecían tener de fondo las animaciones experimentales de ruttman o uno de esos, y daban cabida a diferentes análisis acerca de lo que cada uno consideraba importante. Hablé de los bizarros 2.0. La fuerza, ganas y claridad de Fernando en decir las cosas y no andar con cuestiones a medias. De repente, la conversación fluía en cómo la intransigencia artística se pierde con los años y fue ahí cuando lancé un parelé con el nombre de Domingo. Antes enarbolé (siempre en cursiva) el esplín de los posteos de Taun, las aventuras romanas de Avelino y la candente final del mundial on-láin con Ángel Antonio Rodriguez. Aunque la cabeza me daba vueltas, empecé a narrar cómo mientras todo el mundo veía hipnotizado la final del mundial, un salmantino cojonudo decidió andar en otra justo ese día, produciendo una obra con el Virrey de Sicilia, Cagón & Crista y otros que describí sin saber cómo identificar. Casi todos los que me acompañaban, y que les gustaría tener al balonpié como segunda vocación, quedaron en silencio y el brindis de rigor a la salud de mi querido amigo, sacudió nuestra celebración del Bicentenario.

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