lunes, 13 de septiembre de 2010
no hay, según creo, nada más deplorable que un analista de tendencias. Bueno exagero: es bastante más casposo un diseñador que analiza tendencias y las convierte en consignas para-filosóficas. Hoy salía en EL PAíS un artículo que era para mear y no soltar gota. Se titula: "Por una ética de los muebles" y es de los más cursi que uno pueda trasegar en su imaginario delirante. Los interfectos que son entrevistados son cinco diseñadores, calificados directamente como "popes", que han compuesto lo que llaman "la Biblia de la decoración de interiores": el Tren Book 2011. Entre estos sujetos, uno declara, sin inmutarse: "no me interesa diseñar una lámpara sino la luz que emana". Lo mejor es que siguiera un curso de estética medieval y leyera a Dioniso Aeropagita o a algún otro de nombre lúbrico para poder soltar alguna pedantez de calibre adecuado. Lo mejor de todo son las cuatro tendencias que han detectado: "La Austeridad Emocional", "La Empatía Sorprendente", "El Reequilibrio" y "Transformando perspectivas". Entre otras cosas pretenden revelas la "eco-estupidez" o "recuperar los rituales, la búsqueda de la esencia, integrando elementos del pasado y del futuro". Desafortunadamente la cretinez no es entrópica. Así la combinatoria de lo sido y del porvenir nos hace pensar que la gama de idiotas y pretenciosos no solo no decrece sino que incluso puede adquirir proporciones sublimes. Para colmo de males la cursilería terminológica va de la mano de las perogrulladas, como cuando Patricia Urquiola dice que "algo es innovador si se relaciona con las necesidades de la gente". Seguramente necesitimos raciones deconstruidas de Austeridad Sorprendente, Reequilibrio Empático, Perspectivas Emocionales y Transformaciones sin Adjetivos. Con todo eso uno puede, al final de la larga jornada, hacerse un gorro de Napoleón. Si es papel periódico tendrás más puntos.
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