viernes, 10 de septiembre de 2010

Estoy leyendo Bartleby y compañía, el libro que todo joven escritor con pretensiones debe leer, para así comprender el tránsito desde la indiferencia a la imposibilidad de la escritura, ésta última atravesada por un profundo deseo de escribir o no hacerlo. Siento una gran afinidad con esta figura, como aquél que se demora en la inescritura, antes de escribir la próxima linea, esperando alcanzar un mejor conocimiento de la historia de la literatura hasta hoy, como todo que lea con un contexto de ansiedad de las influencias preexistente e independiente del documento, como todo aquél que crea que su tarea literaria se resume en una fagocitación inconsciente de los documentos. Recuerdo la definición kafkiana de la Poesía (Dichtung) en contraposición con la Literatura (Literatur): "registro de la existencia". No sé porqué asocio esta frase a la distinción que establece Benjamin entre la cosmovisión barroca y la renacentista. Debía decir algo así: "El Renacimiento decubrió el mundo a través del viaje y los descubrimientos, para los barrocos el mundo ya ha sido descubrierto: éste se se resume al limitado espacio de su biblioteca."

Supongo que de la síntesis de estas dos afirmaciones se puede derivar una suerte de legitimación existencial de mi inmovilidad vacacional. Al contrario que la inmensa mayoría, he elegido estas cuatro paredes, y sólo estas cuatro paredes, como mi celda, mi biblioteca este verano. Contra el calor estival, me he aplicado con disciplina al la lectura de grandes clásicos literarios. Supongo que todo esto no ha hecho sino ampliar mi marco de decepción y angustia. Hoy me he despertado con la siguiente frase en los labios: "El escritor trata de ampliar las fronteras donde lo humano pueda fracasar."

-Y no ha dejado de hacerlo, respondemos.

***

Ya Gilles Deleuze, en Bartleby o la fórmula, sostuvo la secreta afinidad entre el Soltero kafkiano y el Copista melvilleano. Para ambos "la felicidad es comprender que el suelo sobre el que se ha detenido no puede ser mayor que la extensión cubierta por sus pies." Vila-Matas recoge una descripción del Soltero de Kafka, muy pertinente en este momento: "Anda por ahí con la chaqueta bien abrochada, las manos en los bolsillos, que le quedan con los codos salientes, el sombrero encasquetado hasta los ojos, una falsa sonrisa, ya innata, que debe de proteger su boca, como los lentes de pinza protegen sus ojos; los pantalones son mas estrechos de lo que conviene estéticamente a unas piernas delgadas. Pero todo el mundo sabe lo que le ocurre, puede enumerarle todos sus sufrimientos."

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