viernes, 3 de septiembre de 2010

no querría dejar de decir una par de palabras más personales sobre José Luis Brea. Nos conocimos a principios de los años ochenta. Asistí a su curso en el Círculo de Bellas Artes titulado "Arte y Velocidad". Me matriculé como alumno y desde el primer día comenzamos a discutir. No nos poníamos de acuerdo en nada. Vivíamos muy cerca, en el centro de Madrid. Mi primera y única visita a su casa me sirvió para comprender que tenía "alma" de artista o, para ser más preciso, estaba afectado por el "síndrome duchampiano". Con Maldonado, su artista de guardia, generó obras bajo el "nombre autoral" de "La Societe Anonyme". Creo que, desde aquellos lejanos años, he seguido toda su escritura en la que el conceptismo y la alegorazación no ocultaban un deseo paradójico: quería comunicarse con todos pero su timidez enfermiza la impedía el cara a cara. Es un lástima que se apartara (no es el momento para entrar en las razones de todo aquello) de la escena curatorial dado que es uno de los pocos que, de verdad, tenía algo que decir. En muchos caso, tengo que confesarlo, resultaba difícil seguir sus argumentos. También es verdad que había mucho de poético o de placer del texto. Encontró, cosa que no es fácil, un estilo y un aliento y fue fiel a ello. No tenía ninguna pasión por la fotomecánica, esto es, prefería el blanco y negro. Adoraba los libros pequeños. Tenía una letra casi ilegible y además le gustaba escribir a lápiz. En algunos momentos daba la impresión de que su sueño era conspiratorio. La voz no le llegaba al cuello de la camisa y, sin embargo, era un seductor. Dividía el mundo, sin ser un polemista vocacional, entre los que le seguían como un gurú y aquellos que no conseguían atravesar la opacidad. Exigente y riguroso, entregado al estudio de forma obsesiva y, al mismo tiempo, abierto a la multiplicidad de la cultura (lo mismo escribió sobre David Lynch que sobre musica techno), pensaba que nadie leería sus textos aunque no dejaba de escribir sin pausa. Sus últimas entregas en "salonkritik" estaban cifradas, como toda su teorización. Republicó el prólogo de "Los últimos días" la exposición de que montó cuando la Expo de Sevilla en aquellos "entusiastas" años noventa. Al reeler ese texto me he quedado muy conmocionado. Le apreciaba pero era difícil conseguir con él intimidad. Colaboré en todos los proyectos suyos en los que amablemente me invitó, especialmente fecundo ha sido nuestro paseo juntos en "salonkritik". Llamé a Maldonado para interesarme por "los últimos momentos". No pude apenas hablar. En pocos años se han ido algunos de los que más admiraba: Juan Muñoz, Javier Utray, Nacho Criado. Me entristezco más de lo que puedo explicar al pensar en todo lo que ha quedado por decir entre Brea y yo. Espero tener fuerzas para pensar el espacio común ahora que no podré volver a contemplar su sonrisa más cordial aquella que me regaló en la escalinata del Prado el día de la entrega del Velázquez a Doris Salcede. Con humor negro, poco frecuente en él, me dijo: "tantos años leyendo a Deleuze y ahora se lo que es un cuerpo sin órganos". Nos reímos con gusto. Ahora lamento que ese fuera nuestro "último día".

2 comentarios:

  1. No lo conocí apenas, pero es verdad que no abundan los teóricos con argumentos propios,
    parece que resulta más rentable hacerse eco de las corrientes internacionales, así que la información fluye pero la crítica o la teoría del arte parece escasa ¿no?
    Me pareció un agudo conversador y un "emprendedor" de proyectos colectivos (que tampoco abundan )
    esperemos que espacios como salón kritik sigan vivos, sería el mejor homenaje...

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  2. Para conocer más:

    http://www.joseluisbrea.net/

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