domingo, 2 de septiembre de 2012
regreso de unos días maravillosos en el oriente asturiano, concretamente en un pueblecito llamado La Borbolla, al pie de la sierra del Cuera. Un lugar fantástico, con unos paisajes sublimes. Baños en playas de oleaje imponente (Andrín, Bollota, San Antolín), subida, casi trepando, a Camarmeña en el borde de los Picos de Europa, repetición del descenso del Sella con toda la family, regreso a la casa de Villamayor donde pasamos unas vacaciones hace diez años y al Palacio del Cutre donde nos encontramos entonces con Utray y Maque. Aquella "casualidad" me llevó a sentir hoy una inmensa melancolía. No puedo dejar de pensar en el modo como nos dejó ese tipo singular. La felicidad nocturna al toparnos, de nuevo, con el merendero de Soto o la subida al Sueve por el Mirador del Fito para regresar otra vez por Borines (doble nudo a Colunga) me hizo pensar en Úrculo y aquellas andaricas que nos zampanos con la compañía de Domingo y Manuela. Otro amigo que ya no está. A pesar del tono "funerario" todo ha sido en esta semanita feliz y parecía que teníamos a cientos de ángeles de la guarda cuidándonos. No tengo ahora ni el tiempo ni el talento para contar más cosas. Solo un detalle: regresábamos por el camino estrecho y lleno de curvas a nuestro refugio. Plena noche y en la radio sonaba el piano mágico de Thelonius Monk. De fábula. La vida no es como la historia que se repite en el modo de la farsa. Segundas partes, a veces (con la gente que uno ama), fueron mejores.
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