miércoles, 19 de septiembre de 2012

Plinio contra el volcán

El trabajo de granjero se acumula, y los acuerdos se amontonan en una cola que necesito formalizar con urgencia, el insomnio y el azufre están cerca y no quiero quemarme el hocico. Anécdotas y utilidadades
¿Remedios médicos o brujería?
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Algunos han preferi­do utilizar la hiel en conserva, mezclándola con un óbolo de salvado caliente y cuatro de miel, después de haber frotado las manchas. Del mismo animal es eficaz también el sebo con  ajenuz, sulfuro e iris; para las grietas de los labios con grasa de ganso y médula de ciervo, resina y cal. Encuentro en las fuentes que a los que tienen pecas les está negada la participa­ción en los sacrificios mágicos.

Con leche de vaca o de cabra mejoran las amígdalas y las ulceraciones de la tráquea. Se hacen gárgaras con ella templada, recién ordeñada o calentada según la costumbre. La de cabra es más útil cocida con malva y un poco de sal. Para las ulceraciones de la lengua y la tráquea vienen bien las gárga­ras con jugo de tripas de buey; en cambio, para las amígdalas son particularmente buenos los riñones de zorro secos macha­cados con miel y aplicados en linimento, para las anginas la hiel de toro o de cabra con miel y el hígado de tejón con agua. El mal aliento y las úlceras de la boca las cura la mante­quilla. Dicen que una espina o alguna otra cosa que se queda en la garganta se expulsa o pasa frotando por fuera con excremento de gato. Las escrófulas se deshacen con hiel de jabalí o de buey templada, aplicada en linimento -pues el cuajo de liebre en vino se aplica con una telilla sólo sobre las ulceradas-; así mismo las deshace la ceniza de cascos de burro o de caballo aplicada en linimento en aceite o en agua, la orina caliente y la ceniza de pezuña de buey en agua; también el excremento hirviendo en vinagre, así como el sebo de ca­bra con cal o el excremento cocido en vinagre y los testículos de zorro. Es bueno también el sapo,
descubrimiento de las Ga­lias para teñir de rojo el pelo. Se hace de sebo y ceniza, el me­jor es de ceniza de haya y de sebo de cabra, de los dos modos, espeso y líquido, ambos más usados entre los germanos por los hombres que por las mujeres.

Contra los dolores de cervicales se deben hacer friegas con mantequilla o grasa de oso; contra la rigidez de la nuca con sebo de buey, que también es bueno para las escrófulas con aceite. El dolor que no permite la flexión -lo lla­man opistothonus- se calma con la orina de cabra instilada en los oídos o el excremento aplicado en linimento con bul­bos; l
os golpes en las uñas con la hiel de cualquier animal atada alrededor; las uñas encarnadas con la hiel de toro seca disuelta en agua caliente. Algunos añaden sulfuro y alum­bre todo en dosis iguales.

La tos se cura con hígado de lobo en vino templado, con hiel de oso mezclada con miel, con ceniza de la parte superior del cuerno de buey o con saliva de caballo bebida durante tres días -dicen que el caballo muere-, con pulmón de ciervo con su tráquea secado al humo, después machacado en miel y administrado como electuario diaria­mente; más eficaz para esta enfermedad el del subulo,
de la especie de los ciervos. Los que escupen sangre se curan con ceniza de cuerno de ciervo, con cuajo de lie­bre -la tercera parte de un denario- bebido con tierra de Samos y vino de mirto;
PLINIO EL VIEJO. Historia Natural, 28, 188 – 194.

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