Con Domingo Sánchez Blanco pensamos cosas similares de manera independiente. Compartimos la idea de no quedarnos con la vieja idea del arte sonoro. Le dimos una vuelta de tuercas al ruido, la teenage angst y cuanta ironía generacional se nos cruzaba en el camino. La cadencia ingeniosa de las letras y voz de mi amigo salmantino abría la cancha para que no se amontonaran los forwards de la controversia de Benford, la disonancia cognitiva de Festinger o la Teoría de Nash en el medio. Trabajaríamos arriba y contra la raya, no tanto de la ironía como del sarcasmo de los earworms y otras estupideces de mierda. Por eso decidimos producir The Ramonas, que nos costó poco tiempo grabar aunque secuenciarlas y evitar meterlo todo fue un reto de meses. Su lanzamiento en línea debió haber sido anterior a Live in Salamanca (Trienal) y Sorda Oclusiva Remix. De cualquier forma, me agrada que casi se pueda caer en la trampa de pensar que la militancia en la baja fidelidad y el desaliño sean el efecto inevitable de las condiciones de grabación y no un curtido rollo discursivo. O que todo los sinsentidos y juegos de palabras parezcan apresurados jirones de la realidad.
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