lunes, 14 de febrero de 2011

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Acá no hay ningún ARCO. Y de haber algo, bien poco reduciría mi dosis indiepop de odio mal parido contra todo. En perspectiva, hacerme mala sangre por la estupidez irreparable de la dinámica social del arte local y el hecho desconcertante de su mediocridad, deja clarísimo que no tengo tiempo para la pelotudez autodestructiva a la que nos empuja una institucionalidad cultural muy bastardeada. Paisaje que te arrastra a estados emocionales jodidos. Mis covers de Fuckin’Marcianos dan cuenta de esto. Canciones de amor en clave de grupo de choque sobre cómo cualquiera pueda grabar un disco, sacar una foto, escribir un cuento y subirlo a Internet. Bypasseando al paradigma ese de legitimización artística que está religado a una domesticación wannabe que no caliente nada a nadie. Salvo para el porcentaje de viejos y pendejos hipócritas obsesionados con los depresivos y el éxito mediático. No confundan el tono acusador de mis bravuconerías con la de los beatos de izquierdas y derechas. Haciendo a un lado los personajes estereotipados, la trama algo obvia, los malos- más-malos y los buenos-más-buenos, mi furia es la de quien respira desde lo único donde puede autosituarse: el amor fou.

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