"Hay algo sobre la tierra que es cuadrípedo, bípedo y trípedo [...] con una sola voz [mia phroné]."
Edipo era en la Grecia Arcaica la figura por antonomasia de la ambigüedad propia de conocimiento. "El de los pies hinchados" consigue desatar el poder político del conocimiento abstracto que, personificado en su figura, libera a Tebas del enigma mediante la primera inducción filosófica conocida: inferir el concepto universal de hombre a partir de lo concreto, tomando como punto de partida, de hecho, la formulación enigmática y concreta de la pregunta. Una pregunta personal lanzada al vuelo por la Esfinge contra los más jovenes y apuestos de los tebanos, dentro de la cual late profundamente el enigma del sofoi al que tanta importancia otorgó Giorgio Colli. Para Colli la contraposición ideológica propia de la dialéctica socrática haya un genuino antecedente en la formulación polémológica del enigma entre sofoi que conciben la sofia misma como un combate a muerte. El enigma de la Esfinge es heredero de tal tradición. Para estos sofoi la formulación del enigma venía acompañada de la muerte de uno de dos combatientes pre-dialécticos. La esfinge podría ser interpretada como un vestigio de la sofía arcaica, si no como el último sabio suicidado, aquél que clausura la concepción vital del conocimiento presente en el precepto délfico del autoconocimiento de si.
Edipo, a pesar de ignorarse a si mismo, conoce al hombre bajo la forma abstracta del concepto. Ante la esfinge ejerce el poder inductivo del saber humano, elevando su razonamiento desde los casos particulares hasta el concepton universal, tomando la diversidad temporal como procesión de una unidad conceptual, presuponiendo esa misma una unidad subyacente a la paradójica unión de los contrarios expuesta en el enigma, de modo que este último fuera una mera re-presentación imperfecta de aquél substrato uno que puede y debe ser lógicamente conocido dado que se encuentra lógicamente estructurado. El hombre. Edipo infiere al hombre universal -su concepto- teóricamente, pero se encuentra muy alejado de conocer aquello que en la práctica el hombre es y, más pertinentemente, aquello que él mismo es. La imposibilidad de conocer aquello el hombre en la realidad sea viene condicionada por la realidad fáctica de que el hombre no posee naturaleza propia: es el resultante de los condicionantes externos y de la voluntad de su transgresión o modificación. La inexistencia de la interioridad en la Grecia Arcaica, más allá de la mania theou, convierte al hombre en un objeto del destino y de su capacidad de modificar el entorno y las condiciones de su existencia. El hombre desea hacerse a sí mismo, en él habita la voluntad de modificación práctica de lo por-venir. Así Edipo desearía darse a si mismo; modificar sus condiciones de posibilidad; ser hijo de sus propios actos y no de tradición o designio alguno. Lo que en realidad hará no será otra cosa que un regreso inconsciente al origen pulsional del utero materno. Sus hijos son los productos fallidos y otros de la mismidad autoproducida que Edipo inconscientemente desea.
A la hora de actuar frente a la peste Edipo traiciona su naturaleza de hombre de conocimiento y actua sin previsión, conociendo(se) con posterioridad a la resolución jurídica, una vez este ya ha sido emitido y él mismo se encuentre auto-condenado. No hay influencia ninguna del destino: Edipo es juez e hijo de si mismo, en él la catarsis de la ceguera es autoproducida. La tragedia, en sentido estricto, es el producto únicamente del acto condicionado naturalmente de traicionar su propia naturaleza, modificando su localización espacial mediante el regreso al origen y re-produciendo las condiciones perfectas para el desencadenamiento de la tragedia.
jueves, 22 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario