sábado, 31 de octubre de 2009


"Este cráneo tenía una lengua y podía cantar antaño. ¡Ay, pobre Yorick! Yo lo conocí, Horacio... Era un hombre sumamente gracioso, de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo niño me llevó mil veces sobre sus hombros... y ahora su vista me llena de horror, y oprimido el pecho palpita... Aquí estuvieron aquellos labios donde yo di besos sin número. ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni aún puedes reirte de tu propia deformidad". Insuperable Shakespeare. Nunca deja de regresar a mi febril imaginación este momento de Hamlet regresando de la tumba, interpelando a esos sepultureros "filosóficos", a punto de comprender que su melancolía es, literalmente, venenosa. De verdad, es lo único que merece la pena leer una y mil veces.

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