jueves, 8 de octubre de 2009

imaginen una sala inmensa con casi cuatrocientas personas en la oscuridad. Un escenario con una mesa pequeña y varios conferenciantes invitados a participar en ese bodrio cultural llamado "mesa redonda". Las presentaciones son desproporcionadas y tediosas. Los expertos no dudan en añadir algún dato curricular más para engrandecer sus figuras aplastadas por los focos. El primero de los que toma la palabra anuncia que ha escrito "algo demasiado largo" lo que no supone que vaya a tener la gentileza de resumir o saltar algunos pasajes, antes al contrario, tiene la férrea decisión de leer todas y cada una de las palabras que perpetró en la soledad de su despacho. La oscuridad de boca de lobo de la sala legitima su desprecio total hacia el auditorio. Comienza a leer con una entonación mortecina y poco a poco se produce el efecto deseado: el amorcillamiento (es la mejor y más gráfica palabra) mental. Si se le habían pedido veinte minutos no duda en tomar algo más de una hora aunque sabe que sus "compañeros" de mesa están al borde de la histeria. Lo curioso es que cuando, tras unos aplausos tibios, toma la palabra el segundo ejecutor sigue el mismo demencial procedimiento y ahí es donde los cuerpos ajenos no soportan más. Las deserciones no son masivas sino, eso más lastimoso, un goteo que produce desasosiego. Si son tediosas las palabras que se leen sin nervio ni entusiasmo, más aburridas son las imágenes. La retórica empleada es una suerte de arte de mirarse el ombligo. Da la impresión de que hay que demostrar que uno domina una jerga y, sobre todo, que su papel principal es evitar, con tanta apelación al pensamiento crítico, que se haga ninguna crítica. Las preguntas, como es lógico, brillan por su ausencia. Y si algún incauto tiene la osadía de alzar la voz (con todo, todo hay que decirlo, amedrentado) se le trata a puro palo. Estoy imaginando algo que tal vez no suceda. Por tanto, me veo en la obligación de terminar con aquello de que "todo parecido con al realidad es pura coincidencia".

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