viernes, 2 de octubre de 2009
Afortunadamente (de forma previsible) Madrid ha salido, como en la ocasión precedente, derrotada en su "interés" por las Olimpiadas. No había otro problema ni otro deseo que ese. Todo lo demás era pura chorrada. Gallardón, canoso y con cara de estreñido podrá volver a su pasión principal: agujerear la ciudad y subir los impuestos sin pausa. Algunos, inducidos por el rollo de los políticos (finalmente los que trincan descaradamente), incluso han derramado lágrima. No me lo puedo "de creer". Lo malo es que este tipo de fantasmadas son persistentes o pertinaces, como aquella mítica sequía. Seguro que los que tenían despachos, coches oficiales, tarjetas de crétido y carguetes a costa de Madrid 2016 tendrán el apoyo del jefazo para montar otro "dispositivo" cara al 2020. Entonces, tendré la friolera de 55 años y no podré soñar, de ningún modo, con irrumpir a la manera de mi admirado Cornelius Oran, en la maratón para impedir que el primer siga siendo el mismo. Hago votos, desde este contubernio, para que entonces nos ganes algún país africano para que aquí se siga desplegando el arte de la topera, la pasión subterránea, el faraonismo de la cutrez. Larga vida al desatino. Gallardón no estés triste: sigue a lo tuyo y, sobre todo, cuando lo haces con nuestro dinero. Madrid bien vale una fiesta.
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