–Vi el mar otra vez anoche −le dijo a su mujer a la hora del desayuno.
−Richard −dijo Miriam serenamente−, el mar más próximo está a miles de kilómetros. −Miró en silencio a su marido, un momento, hundiendo los dedos largos y blancos en el rizo negro que le caía sobre el cuello.− Ve a la calle y mira. No hay mar.−Querida, lo vi. −£Richard!
Mason se incorporó y alzó los brazos lenta y deliberadamente.
−Miriam, sentí la espuma en las manos. Las olas rompían a mis pies. No era un sueño.
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