sábado, 11 de diciembre de 2010

no tengo ninguna duda: hay que hacer un velatorio, por anticipado, a toda persona mínimamente razonable. Ya sea para reinstaurar el sentido de la vergüenza o para producir un repliegue en la intimidad doméstica. Nadie sabe lo que puede un cuerpo (lo dice Spinoza) y tampoco es fácil anticipar el momento del abatimiento definitivo, por tanto, tomemos decisiones estrictas y enterremos a todos cuantos nos rodean, hagamos los ritos preceptivos y, por favor, no tengamos miedo a un retorno espectral de los seres queridos o indeseables. Todo sea por el luto o por aquello patético que hoy está en su lugar.

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